El recibimiento del líder de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Brahim Gali, como un jefe de Estado más por parte del presidente tunecino, Kais Said, generó una crisis sin precedentes en Marruecos que ha dejado en suspenso la cordial relación que han mantenido tradicionalmente los dos países magrebíes.
El gesto de Said se ha interpretado como un quiebre en la histórica neutralidad que ha mantenido Túnez en la cuestión del Sáhara Occidental y la reacción de Marruecos muestra una creciente presión de Rabat en el Magreb y un aparente temor a la influencia de Argelia, su mayor enemigo.