
Tras haber intentado llegar a Ítaca por la vía de la proclamación pública, la oposición venezolana estrena una "vieja" estrategia: las urnas. Han pasado cuatro años de boicot electoral y ahora deben convencer a sus simpatizantes, que son mayoría según las encuestas, de que votar merece la pena, mientras tratan de superar sus sempiternas fracturas.
La tarea es compleja. Cuando llegue el próximo domingo y los venezolanos deban decidir si depositan su papeleta digital para elegir a gobernadores y alcaldes, tendrán que superar años de insistencia opositora acerca de la falta de condiciones suficientes para considerar las elecciones como libres y con garantías.