En Londres la gente corre. No por hacer ejercicio, que también, sino para llegar a los sitios. Pese a ello, no deja de sorprender que muchas de las miles de personas que visitan la capilla ardiente de Isabel II se unan a la cola casi a la carrera, para iniciar una espera de hasta 24 horas en la que hoy recibieron el aliento del rey Carlos III.
Ni la perspectiva de soportar las penalidades de la intemperie -el termómetro baja por la noche hasta los siete grados- amedrenta a la masa de personas que, todo sea dicho, aunque parecen llegar con mucha prisa después demuestran el mayor civismo dentro de la fila.