Más allá de las manifestaciones de adhesión a la vicepresidenta, Cristina Fernández, el atentado que sufrió el 1 de septiembre ha destapado el "descontento" de parte de la sociedad argentina con las instituciones democráticas, producto de un "malestar" endémico que se volvió contra la clase política.
Las teorías conspirativas ("el atentado fue armado"), los sentimientos de indiferencia ("no entiendo por qué decretan un feriado por esto") o las incitaciones explícitas a la violencia ("ojalá la bala hubiese salido") son ejemplos de esta realidad, reforzada durante los años de pandemia.